Hoy es un día triste. S. Vance nunca comprendió que para algunos señores/as, las personas fuéramos prescindibles, como es una silla en la que trabajas todos los días. La Vance cree que lo único imprescindible en esta vida somos los seres humanos, y más aún cuando configuramos un grupo de trabajo y creamos entre todos un buen ambiente laboral. Parece ser que no es así y, como Susan Vance precisamente no es políticamente correcta, cree todavía en utopías como esta. Se siente dolida y se replantea para qué tantos esfuerzos si después una decisión determina tantas cosas. Necesita quejarse, y darle a una persona el lugar que otros parecen no concederle. Hoy es un día triste para este blog. Llega el momento de dar las gracias a una persona que siempre estuvo aquí, detrás de cada intento por escribir o por colgar cualquier fotografía, él ayudó a que todo este proceso se pudiera llevar a cabo. La Susan Vance te da las gracias por tu enorme paciencia con ella ante su ignorancia informática, por hacerte complice de sus locuras, y por las veces que de una extraña idea surgió el valioso póster para una exposición, una guía, o las ansiadas quinielas de Goyas y Oscars. Tú que aguantaste como nadie sus terquedades, fuiste el ejecutor de ideas que sólo estaban en su cabeza y que con los medios que se tenían parecían irrealizables. Ella se hubiera rendido a las dos horas de intentos pero tú no, gracias a ti, a tu perseverancia al final se lograba y no para nosotros sino para ellos, todos los usuarios que llegaban a nuestra biblio, y a todos los que os acercáis a nosotros a través de nuestro blog.
Pues hoy te tienes que ir, no te vas, te tienes que ir. Y yo me pregunto cómo se puede asumir lo que no se entiende. Justificar lo que nadie justifica. Pero este es el final y desgraciadamente no es el de una peli como todos quisiéramos, es la realidad que es mucho peor. La Vance es una sentimental, por eso ella sigue prefiriendo el cine a todo esto que se tiene que asumir sin rechistar.
Pues ya no nos quedará ni París, ese París lleno de colores, con tiburones de tintines en los techos colgados, dragones de tres cabezas, ni estanterías llenas de libros que nadie sabe cómo aligerar. Ya no llegará ese verano a París, donde dar de baja libros era una tortura kafkiana, sobretodo la Vance no tendrá que presionarte para que catalogues esas pelis que nadie tiene. Este blog ya no será el mismo sin ti. Amigo, ya ni París nos queda...